A lo largo de su intervención, que tuvo lugar el pasado día 12 de febrero, en la sala Karol Wojtyla de la Funadación Educatio Servanda, el sacerdote Isaac Parra completó una excelente conferencia sobre la espiritualidad del Padre Pío, el hombre que, según reconocería en un íntimo testimonio que hizo público en el inicio de su ponencia, cambió su vida y le determinó a entregarse, ya como hijo espiritual, al Padre Pío.

No cabía un alfiler en la sala Karol Wojtyla, de la Fundación Educatio Servanda. Y es que fueron muchas las familias que desde el colegio y venidas de fuera, aceptaron nuestra invitación y quisieron sumarse a la cita. Allí estaban también los alumnos de 4º de ESO y Bachillerato.

Como era de esperar, el padre Isaac estuvo a la altura. Lo cual no era nada fácil, habida cuenta de las elevadas expectativas que se suelen generar cuando el Padre Pío es objeto de atención de un evento, sea cual fuere la naturaleza de éste.

Presentado por D. Angel Villaplana, capellán de Educatio Servanda, y compañero de seminario del ponente, el Padre Isaac comenzó su intervención con una confesión: “El Padre Pío cambió mi vida”.

“Cuando culminé el seminario y me ordené sacerdote – confesaba el ponente- me sentía con ganas de comerme el mundo. Sin embargo, ese ímpetu fue menguando con el tiempo. Tanto es así que la vocación fue derivando poco a poco en una suerte de funcionariado. Llegó un momento, incluso, en que rezar se asemejaba a una obligación que cumplía puntualmente para cubrir expediente. Fue entonces cuando conocí al Padre Pierino”.

Seguidamente, Isaac Parra explicó cómo el Padre Pierino, que tan bien había conocido al Padre Pío le hizo ver, a través del sacramento de la confesión, lo que le estaba ocurriendo y lo que necesitaba. Fue entonces cuando determinó entregarse a vivir la espiritualidad del Padre Pío.

Tras concluir su testimonio, el ponente hizo un esbozo de la figura del Padre Pío, donde si bien tocó aquellos aspectos sobrenaturales que dieron a conocer al Padre Pío, puso especial énfasis en el que, a su juicio, fue el aspecto que verdaderamente definiría al santo: su amor a Dios. Aspecto éste que permitió al padre Isaac desarrollar su espiritualidad.

“Desde niño –afirmaba el padre Isaac- vivió enamorado del Señor”. De hecho, fue ese amor el que le ayudaría a resistir la humillación, el sufrimiento y las constantes arremetidas del enemigo, de las que sería víctima a lo largo de toda su vida.  Para Isaac Parra “el sufrimiento es la contraseña que tiene Dios para acercarnos a cargar con la cruz”. En su opinión, este privilegio no tiene por qué estar reservado a unos pocos. Todos podemos vivir enamorados del Señor: “Basta con que demos el paso. Todos podemos empezar de nuevo tras una buena confesión”.

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